29 marzo 2009
25 marzo 2009
23 marzo 2009
20 marzo 2009
19 marzo 2009
17 marzo 2009
15 marzo 2009
13 marzo 2009
La Mañana Oscura (continúa)
( http://elmonstruoenlapileta.blogspot.com/2009/03/manana-oscura.html )
Suena el teléfono.
¿Haló?
Hola. Mira, el Haití es un local que está en la misma cuadra de tu hotel, a la izquierda. Antes de la puerta del cine y el Macdonals. A las 7. ¿Ok?
Ok.
Había llegado todavía (¿o recién?) aturdida, asquerosa, con un nombre y una nota en la mano y ¡gracias a Dios! había un cuarto esperándola. Se ha duchado mirando las gotas que caer sobre ella.
Han venido a traerle ropa nueva (que ella ha pedido) y a recoger su DNI. Recién después encuentra la cicatriz con las puntadas húmedas. La tele y la radio prendidas, ha pedido los periódicos del día.
Espere. ¿Tiene algo de la semana pasada? Lo que pueda.
Ahora están todos regados en la cama y el piso.
Ni rastros de su pesadilla.
No tiene dudas. Nada más nítido que el olor de la muerte, los gritos de la agonía. La sorpresa y la confusión, el golpe que la levanta y la estrella contra la pared. El fuego. Los carros volteados, destrozados. El humo.
Pero en los medios no hay rastros.
Estoy en Miraflores, se dice. Si cruzo el parque, en teoría, encontraría un desmadre.
Así que cruza el parque. Todo se ve diferente. Tráfico, cientos de personas caminando, hablando. Para nada el Miraflores de su pesadilla.
Se compra más ropa, una cartera inmensa (de esas en las que entra hasta la mochila) billetera, agenda, maquillaje, lentes de sol, ropa interior, desodorante. Escoge las cosas preguntándose, ¿me gustaba esto antes? ¿me gusta ahora?
Come un kabahb en el café árabe que está al lado de su hotel.
Le gusta.
Sonríe.
Deja sus cosas nuevas en el cuarto. Después de lo del Café Haití, volverá al espejo.
12 marzo 2009
11 marzo 2009
10 marzo 2009
09 marzo 2009
08 marzo 2009
06 marzo 2009
04 marzo 2009
Mañana Oscura.
La mujer mira al espejo contemplando su aspecto actual. Se acerca más al espejo tratando de encontrar entre sus poros a la niña de quince, a la chica de veinte.
Se toma un rato. Espía los contornos y el detalle de los puntos.
Esa mancha.
La otra.
Las dos líneas finas que cortan sus ojeras. Ojeras pequeñas pero espesas, que, como sospecha, crecerán rápidamente. Mira por la ventana del cuarto de hotel, que da a un parque.
Se siente densa. La luz que cae de afuera es como oscura. Retrocede.
Pero nada, ahí está ella (prueba es el espejo).
Y no tiene nada más que un sueño y una misión.
Lo primero es más una pesadilla, que en la última semana es lo único que conoce.
Y luego, al final de esa pesadilla, la aparición de un personaje que en comparación, es un mal chiste. Ella no sabe para nada quién es o quién había sido, pero el sabor amargo de su saliva le hace torcer los labios en una mueca frente al hombre. De arranque le parece el personaje karateca de Carlos Alcántara en
Si solo pudiera recordar mi nombre.
Él le ha dado un nombre.
Ella sospecha que es falso.
Ella lo mira, con la ropa sucia y pegada al cuerpo y el pelo hecho una mierda.
Él le dice que la ha buscado.
Ella pregunta, ¿qué me ha pasado?
Él la mira. ¿No recuerdas?
No.
Él le da una mochila y una dirección en un papel. Vas ahí, y esperas.
Y ahí está, mirando por la ventana del cuarto de hotel, frente al parque Kennedy. Todo bien hasta ahora. ¿Alguna vez habré estado aquí?
Le dan unas ganas alucinantes de meterle un cabezazo al espejo. Cada vez que intenta dormir no puede evitar volver a la pesadilla de la bomba, de las calles de Miraflores llenas de humo, el cuerpo de una niña cayendo de un edificio. (Ha buscado. Ha visto televisión. Ha leído periódicos. Ni rastros de su bomba.)
Cuando despierta de eso, y se encuentra en la madrugada con el inofensivo techo del cuarto, no puede dejar de pensar en Pesadilla en Elm Street, Los Cuentos de
Puta madre, se dice. ¿En que ficción de mierda estoy metida?
Ha vaciado la mochila y en ella hay dinero, pasaporte, DNI y una pistola automática (una Mosquito de Sig Sauer).
Coger el fierro le sienta bien, pero debe reconocer que no está muy segura de poder disparar.
Quiere salir. Buscar. Pero escucha la voz del hombre. Esperar.
Prende la tele. En el pasaporte y el DNI tiene el mismo nombre, y la edad, 26.
Seguro?
Se rasca la cabeza y encuentra una herida. Fuck. Regresa al espejo. 8 fucking puntos detrás de la oreja derecha.
Recontra fuck.
Se quita la ropa y se revisa. No encuentra nada más.
Suena el teléfono.
( http://elmonstruoenlapileta.blogspot.com/2009/03/la-manana-oscura-continua.html )