( http://elmonstruoenlapileta.blogspot.com/2009/03/manana-oscura.html )
Suena el teléfono.
¿Haló?
Hola. Mira, el Haití es un local que está en la misma cuadra de tu hotel, a la izquierda. Antes de la puerta del cine y el Macdonals. A las 7. ¿Ok?
Ok.
Había llegado todavía (¿o recién?) aturdida, asquerosa, con un nombre y una nota en la mano y ¡gracias a Dios! había un cuarto esperándola. Se ha duchado mirando las gotas que caer sobre ella.
Han venido a traerle ropa nueva (que ella ha pedido) y a recoger su DNI. Recién después encuentra la cicatriz con las puntadas húmedas. La tele y la radio prendidas, ha pedido los periódicos del día.
Espere. ¿Tiene algo de la semana pasada? Lo que pueda.
Ahora están todos regados en la cama y el piso.
Ni rastros de su pesadilla.
No tiene dudas. Nada más nítido que el olor de la muerte, los gritos de la agonía. La sorpresa y la confusión, el golpe que la levanta y la estrella contra la pared. El fuego. Los carros volteados, destrozados. El humo.
Pero en los medios no hay rastros.
Estoy en Miraflores, se dice. Si cruzo el parque, en teoría, encontraría un desmadre.
Así que cruza el parque. Todo se ve diferente. Tráfico, cientos de personas caminando, hablando. Para nada el Miraflores de su pesadilla.
Se compra más ropa, una cartera inmensa (de esas en las que entra hasta la mochila) billetera, agenda, maquillaje, lentes de sol, ropa interior, desodorante. Escoge las cosas preguntándose, ¿me gustaba esto antes? ¿me gusta ahora?
Come un kabahb en el café árabe que está al lado de su hotel.
Le gusta.
Sonríe.
Deja sus cosas nuevas en el cuarto. Después de lo del Café Haití, volverá al espejo.
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