16 abril 2009

y.

Y así, con mucha suerte, Fulmún llega al borde. Hasta ahí había llegado Fulmún, y se había sentado. Había prendido un cigarro que apretaba entre los dedos. Tenía el ceño fruncido pero la verdad no estaba pensando en nada. El ardor en la boca del estómago no se hacía nada amigo del humo del cigarro, pero no lo sentía por momentos. Había una sola nube que cubría todo el horizonte, tenía la panza negra y la copa despeinada. La nube que solía venir del mar y cubría maliciosamente Lima, con su humedad corrosiva que volvía todo metal en babita.
Era estar ahí, viendola venir, ser inmune? No pensando en nada, las preguntas se susurraban a su oído. No estaba tranquilo, temblaba en la tablita empotrada contra el barranco. Se echó en ella y miró al cielo. El histérico degradé de colores chillones de la tarde era lentamente comido por la nube. No habrían estrellas para Fulmún esta noche.

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