Estamos paradas en la vereda de tierra frente a una curva muy cerrada. Estamos esperando, esperando, esperando… entonces aparece un camión a toda velocidad que se nos viene encima y gritamos aaaaaaaaaa mientras la poderosa maquina pasa a nuestro lado, a mil por hora, con toda su mole de metal y polvo y se aleja con nuestros últimos aes colina abajo.
Y luego, cuando recuperamos el aliento nos reímos. Llega el carro colectivo que estábamos esperando, nos subimos y todavía nos reímos, con dolor de barriga. Luego, del cansancio, nos quedamos calladas. El sol trata de esconderse entre los cerros. Ráfagas de calida luz cae sobre ellos y estamos viendo las paredes de tierra ponerse roja, me quedo mirando eso porque parece que se chorrearan, los cerros. ¡Vamos a recogerlos! Nos reímos. Pienso que es como si se detuviera el tiempo, como si estuviese suspendido. Para salirme de mí, vengo aquí. Camino y camino, bastante es lo mínimo para llegar donde sea en el campo.
Es que si, porque si miras al fondo parece que los cerritos están todos juntos y como si se pelearan por el espacio, y cuando llegas allá son inmensos y tienes que dar muchas vueltas y cuando llegas al final de uno, aparece el siguiente, bastante lejos, eso si. Desde el camino, se ven las copas de los árboles. Aves de todo tamaño van de aquí allá, de allá, para otro lado. Caemos sobre la manta, bajo la sombra de los molles. Descubrimos la forma de mirar al sol entre las ramas. Cierro los ojos.
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