13 febrero 2009

(Verano del 2008) II

Sueño: estoy en una esquina, con una luz cenital sobre mi cabeza. La salita está muy oscura, yo observo la acción del otro lado, entre la puerta del baño y la de salida, con iluminación dramática. Odio la acción, odio el significado



Sueño: Salto del muelle de La Uno, en el Regatas. El agua es oscura, caigo, ¡placht! me hundo rápidamente, me asusto un poco pero justo llego al fondo. El fondo es un piso de cemento aspero, como un tanque, me impulso, llego a la superficie sin dificultad. Arriba hay una tormenta. Me mantengo a flote.



Despierta: En plena madrugada, mirando por la ventana. Las luces titilan. Tienen forma de cerro. Las palomas chocan contra la ventana. En esa época aún las noche aún no se coronaban de tiros y gritos.

Despierta, no hay sueño. Hay solo las luces del cerro. Siento que fuera del sueño, no hay nada. Que si no me muevo, los contornos que me definen no existen. En plena madrugada, sola, con el silencio, despierta, el sususrro de las palomas y la pesada y transcendental inexsistencia. De día, atacada de fiebres y vomitos, reacción alergica al sedentarismo, a la inmovilidad. ¿Alguién necesita una fotógrafa para el camino?



No hay papel higienico en el baño del bus. No tengo nada de sueño. Jamás he ido más lejos que Nazca hacia el sur, y me gustaría ver la línea al cruzarla. Una línea imaginaria, por lo mismo tangible (de manera imaginaria). No sé nada después, no sé nada. Cuánto nos tomará llegar, a dónde vamos, cómo voy a regresar. Dos compañeros de viaje. La luna llena, amarilla, y yo creo que aún no hemos llegado a Ica. ¿Lo sentiré? Las nubes se delinean claramente, como si fuera de día pero en negativo. Amarillo, azul y negro, son los colores del cielo, amarillo y rojo, las luces de la carretera. Por un momento casi no llegamos, dabamos tumbos por Lima recogiendo gente, maletas, plata del banco, y el calor insoportable del verano que lo hacía todo más lento. Chau, chau, adios, nos
vemos. Regresa. Regresa. La problematica del regreso. Negarlo, ir siempre de ida es huir. Pero ir para el sur es como volver, de alguna manera (imaginaria). ¿Me daré cuanta pasando la linea? O simplemente me quedaré dormida y habré perdido toda oportunidad de redención, de perdón, de regreso, el Misty ahí esperandome y yo totalmente perdida para siempre, desde el principio del mundo (tal vez un poco después).



Volveré, cuando despierte?


a dónde?


Ya no recuerdo los domingos. Son las cuatro de la mañana y no termina de bajar el photoshop. Vivo de muestras gratis, olga y yo. No recuerdo los domingos y él se ahoga un poco antes de decir estás enamorada, se ahoga un poco por no decir te voy a extrañar. La falta de realidad lo aturde, ya quisiera yo poder asir lo imperecible. Ya quisiera yo que me reconozca como agente contaminador.

No recuerdo los domingos, solo recuerdo mi cara contra el jardin, y tu cara de asombro, cuando nos conociamos. Ahora es más simple, pero más lejos. Todo esto es tan estupido, y para llegar a dónde, me vas a decir? Me vas a convencer? Pediste simplemente y yo te atornille contra el pavimento. No me puedo olvidar aun, me da risa la caida.

Mi sadismo se parece tanto al amor, engaña, atrapamoscas te quiero morder, te quiero susurrar al oido que te extraño para poder morderte, para abrir tus cicatrices. Mi sadismo es amor? no recuerdo los domingos, recuerdo que una noche me partiste en dos para demostrar que podías amar, recuerdo que pasabas tu dedo por mi pelo como si fuera de

recuerdo que me

como si yo


Recuerdo que me pediste que me quede y me fui y luego no nos tocamos mas. Y luego voy por ahi repitiendo el mismo,


quisiera que me reconozcan, que alguien detenga esta escena que se repite sin cesar, para llegar a dónde, me vas a decir? Me vas a convencer? No soy arte, ni siquiera.

Quiero que esta separación sea de algo, de lapicero o no sé, que se vea, que sea algo filudo con que cortarme. Algo para hacer algo con él. No soportarlo me causa tanto placer, si algo está bien es porque está recontra mal, mon mon.

Estaba sobre un elefante enorme: tenía unas patas larguísimas y su lomo se mecía como si fuera un árbol demasiado alto.
Yo estaba ahí arriba, aferrada al guia, con el cuerpo tenso y la mente acelerada. Era excitante estar ahí, y terrorífico. Cuando me asomaba, podía ver las patas del animal pequeñas, a través del camino hacia el suelo.
No podía estar quieta, porque a pesar del terror a la distancia que había entre el piso y yo, y los calculos del peso, la distancia, la velocidad y la gravedad, que solo se callaban al no mirar a ninguna parte y sin mover un pelo, también me decía: ¿para esto has llegado hasta aquí? La vista del mundo era increible.


Tan Alto. Tan Lejos.

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